Educación, un modelo para (des)construir
“El analfabetismo es una de las manifestaciones concretas de una realidad social injusta no es un problema estrictamente lingüístico o exclusivamente pedagógico o metodológico. Es una cuestión política […]” (Freire, 1994 pp. 35-36)
Hablar de educación en el s. XXI, es hablar de innovación, de reestructuración, de nuevos modelos que deben comenzar a desconstruirse y construirse en el sistema educativo, ya que este está pensado como un andamiaje para la socialización de los sujetos, transmisor de las culturas y cambios tecnológicos y que permita, a corto y mediano plazo, encausar el objetivo central de las instituciones, que es el de educar a las generaciones venideras y potenciar nuevas inclusiones.
Sin embargo, el Estado coacciona y oprime, a través de diferentes medios-que simbólicos o no- desencadenan en injusticia y desigualdad social, operando a través del uso de los medios de poder, como por ejemplo las políticas educativas y los
diseños curriculares; teniendo estos criterios de legitimación fundados en una coherencia normativa, olvidando que “La educación y el conocimiento son un bien público y un derecho personal y social, garantizados por el Estado.” (Ley de Educación Nacional N° 26.026, art. 2)
Las políticas educativas y los diseños curriculares tienen una legitimación socialmente aceptada y están fundados sobre criterios pedagógicos –profesional que, de cierta manera, configuran el éxito académico a través de los saberes hegemónicos, reproduciendo estructuras sociales, muchas veces contradictorias a las realidades sociales de los estudiantes y excluyéndolos condenatoriamente, ejerciendo una violencia simbólica con gestación estatal.
“La AP (Acción Pedagógica) cuyo poder arbitrario de imponer una arbitrariedad
cultural reside en última instancia en las relaciones de fuerza entre los grupos o
clases que constituyen la formación social en la que dicha AP se ejerce (…)
contribuye, al reproducir la arbitrariedad cultural que inculca (…)” (Bourdieu, P. y
Passeron J, 1995, p. 50)
En este sentido, el estudiante que queda excluido del sistema escolar, y por consiguiente su “analfabetismo” es un producto meramente político, ya que las políticas que se puedan a llegar a implementar para evitar su deserción total del sistema educativo siguen siendo de arbitrariedad pedagógica y condicionan el capital cultural de los sujetos.
Esta arbitrariedad pedagógica condicionante de sujetos, está legitimada desde y por el Estado generando violencia simbólica hacia dentro de las instituciones educativas, creando las categorías opresor/oprimido cultural, donde el opresor
(configurado desde y por el marco legal vigente en materia de educación), hegemoniza los saberes y enmarca una grieta política-educativa generando la dualidad alfabetizado/analfabeto entre los sujetos que componen una sociedad, y que en un
futuro no muy lejano, se desarrolle como profesional en el ámbito de la Seguridad e Higiene.
“En este sentido, mientras la pedagogía se nos presenta como un esfuerzo sistematizado‟ que es preponderantemente normativo” (Freire, 1989, p.12), de alguna manera nos invita a repensar, a desconstruir la idea que subyace en nuestra realidad impuesta, de que todo acto pedagógico está aislado de la realidad socio cultural y económica.
Es decir, que se establecen normas, desde un criterio pedagógico-político hacia un criterio pedagógico-didáctico, creando los fundamentos normativos que le van a dar forma al Diseño Curricular que va servir como “código común” en diversos
contextos políticos y socioeconómicos y va a ser el principio fundamental de cualquier política educativa que le da forma y cuerpo al mismo sistema institucional.
Desde este punto de vista, el analfabetismo como producto de políticas educativas deficientes, es un hecho real de violencia y afecta de manera sistemática a los sectores más vulnerables de nuestro país, configurando las clases sociales, los diferentes profesionales universitarios y las relaciones entre estas, desde su capital, no sólo material, sino cultural logrando una desigualdad muy marcada, una alienación colectiva ergo una enajenación en masa.
En este sentido, podemos concluir diciendo que para lograr innovación, reestructuración y una desconstrucción de la educación, con sus planificaciones de Diseño Curricular y sus políticas educativas en las universidades donde se forman
tanto técnicos/as y licenciados/as en higiene y seguridad, se debe concebir a la educación como un modelo democrático, que tiene como” factor de cambio la transformación no sólo del sujeto sino de la sociedad en su conjunto; (…) la alfabetización es, en este sentido, lectura de la palabra pero también y sobre todo lectura de la realidad, con lo que Freire quiso decir que la educación implica, a un tiempo, una cuestión gnoseológica y política” (Germán Gomez,2015, p. 62)
Es decir, la educación implica un modelo innovador de emancipación y formación de ciudadanos críticos, que promuevan alternativas concretas para asegurar una transformación hacia el pasado y “para desarrollar y fortalecer la formación
integral de las personas a lo largo de toda la vida y promover en cada educando/a la capacidad de definir su proyecto de vida, basado en los valores de libertad, paz, solidaridad, igualdad, respeto a la diversidad, justicia, responsabilidad y bien común.” (Ley de Educación Nacional N° 26.026, art. 8)
Sin embargo, desconstruir, al modelo educativo y a los agentes activos en él, es un trayecto sinuoso lleno de resistencia al cambio.
Está tan arraigada la hegemonización de saberes, la alienación colectiva –que tiene sus consecuencias a largo plazo- que para lograr una verdadera desconstrucción y una construcción positiva que sea inclusiva hacia toda la sociedad, hay que
comenzar desde la gestación y formación de nuevos docentes (más resilentes), y de funcionarios políticos no administrativos sino de acción real y concreta.
Comenzar a desconstruir ideas obsoletas dentro del Estado y del sistema educativo para materializar las ideas planteadas en La Ley Nacional de Educación N° 26.026 y de todo planteamiento pedagógico-político.