ROPA SUCIA, SUELTA Y DESGARRADA
“Ropa sucia, suelta y desgarrada establece una relación entre dos pronombres – Escrito por Gustavo De Rose para el la 5ta edición del Mundial de Escritura”
Ellos se levantan muy temprano por la mañana para ir a trabajar, yo no.
Ellos viajan en un tren atestado de pasajeros, oliendo una mezcla de perfume barato y comprimidos por el tráfico de hora pico, mientras que yo viajo muy cómodo en mi auto calefaccionado, de asientos suaves y ergonómicos.
Ellos están expuestos a las inclemencias climáticas cada vez que se trasladan, y yo siempre tengo la posibilidad de resguardarme en un ambiente cálido y gustoso.
Ellos llegan al trabajo antes que yo, presionados por la exigencia de cumplir con un horario. Lo hacen Muchas veces sin haber desayunado más que una infusión amarga y un trozo de pan. Yo voy a mi oficina cuando creo conveniente. No tengo horarios, ni jefes, ni supervisores que me regañen. Desayuno fit en la comodidad de mi hogar pero también puedo ir por un café de Starbucks cuando lo deseo.
Ellos cargan bolsas de cemento y baldes repletos de arena mientras yo los miro por la ventana.
Ellos no pueden elegir lo que ocurre en sus vidas, en cambio yo puedo digitar cada paso que ellos deban ejecutar.
Ellos son felices con muy poco. Se conforman con un sueldo al finalizar la quincena y beber algunas latas de cerveza al final del día para volver completamente borrachos a sus hogares. Yo siempre quiero más. No hay nada que calme la furia de mi ambición. Detesto la cerveza y nunca perdí la noción de la realidad bebiendo alcohol.
Ellos transpiran a cada paso bajo el sol y yo recorro la obra bajo la sombra de un paraguas. Pero si el día lo amerita también tengo la posibilidad de prender el aire acondicionado y refrescarme rápidamente.
Ellos tienen su ropa de trabajo suelta, sucia y desgarrada. Yo visto casual. No necesito de uniforme.
Ellos deben cumplir en utilizar todos los elementos de protección personal aunque sean incómodos, les moleste o no sean adecuados para ellos porque “es lo que hay”. Yo en cambio, puedo darme el lujo de pasearme sin tener que utilizar nada de eso. Algunos dicen que tendría que dar el ejemplo, pero nunca me importó lo que otros dijeran de mí.
Ellos para mí son un número, pero para ellos, yo soy quién les da de comer.
Ellos no tienen fines de semana libre porque trabajan incluso los sábados, domingos y feriados para poder alimentar a sus familias. Pero yo tengo el lujo de poder disfrutar cada día como si fuese un fin de semana.
Ellos tienen un sindicato que los defienden y pelean por sus derechos. Los famosos derechos del trabajador. Yo soy ese que arregla con el delegado sindicalista y le pasa un sobre por debajo de la mesa para que haga la vista gorda y no interfiera con mi negocio.
Ellos escuchan cumbia y fuman malboro, mientras yo escucho a Mozart y prendo un habano.
Ellos sonríen a pesar de todo; de la precariedad en la que trabajan, de su sueldo, de no llegar a fin de mes, de las exigencias laborales y la corrupción. En cambio yo no puedo hacer ni una mueca de felicidad, porque siempre estoy preocupado por el salario, las cargas sociales y los impuestos que tengo que pagar.
Ellos me respetan pero yo los odio.
Ellos son agradecidos pero yo nunca supe el significado de esa palabra.
Ellos se reúnen, festejan, bailan y se divierten, yo muchas veces me quedo inmóvil y solitario en la fría oscuridad de mi hogar.
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