TRABAJADOR DESCARTABLE
“Trabajador descartable es un texto llevado al extremo. – Escrito por Gustavo De Rose para el la 5ta edición del Mundial de Escritura”
Cada vez que salgo a la obra veo lo mismo. Áreas peligrosas sin delimitar, obreros subiendo a los andamios sin arnés de seguridad ni medidas de protección, choferes manejando la pala frontal bajo los efectos de sustancias de dudosa procedencia, operadores de grúa que lanzan desde las alturas botellas repletas de meo, soldadores casi cualificados trabajando en patas y a cuero pelado, desatando una cantidad indeterminada de chispas a escasos metros del depósito de combustibles.
Un día típico en la construcción ya no me sorprende porque aprendí que este tipo de trabajo está rodeado por los riesgos y pese a lo que muchos puedan decir, la realidad indica a estas alturas que los accidentes laborales no pueden prevenirse y que las enfermedades profesionales son el trofeo tangible y que muchos (gracias a dios) pueden darse el lujo de tener por una vida dedicada al trabajo.
Todo esto se lo debemos agradecer a la legislación de nuestro país y a los organismos del estado encargados del control de la inseguridad, insalubridad y precariedad laboral. Después de todo ¿a quién le puede interesar la muerte de un morocho descartable? Personas (con el perdón por el uso de esta palabra) completamente reemplazables. Porque vamos a decir la verdad, si un tipo cae desde un cuarto piso y muere empalado por un hierro del veinte, de seguro habrá una fila infinita de pardos esperando por el mismo puesto de trabajo. Así que a los fines productivos a mí no me modifica en lo mas mínimo.
Aun así siempre hay alguno que se queja por las condiciones de trabajo y yo siempre les respondo lo mismo: -Mira negro, vos tendrías que agradecerme por tener la posibilidad de trabajar acá y no estar revolviendo la basura en la calle. Y yo con eso nomas los calmo y hasta a veces me terminan pidiendo perdón.
El otro día un desubicado me vino a pedir si tenía para darle alguna ropa que me sobrara. Quería usarla para el trabajo duro. Obvio que le dije que no. Ropa tengo de sobra pero mira si se la voy a dar a este cabeza de termo para que la destroce excavando a mano en mi obra. Sería una barbaridad. Pero ese día me agarró bondadoso, decidí sacar cincuenta pesos de mi billetera y se los dí para que al menos vaya a comprarse una camiseta de futbol. Viste que a ellos les encanta trabajar con eso puesto. De hecho lo aman tanto como escabiarse y drogarse. Yo los veo a diario pasearse bajo el sol, intentando no perder el equilibrio, todos colorados y con los ojos inyectados en sangre. No puedo decir que me den pena.
Muchas veces cuando tenemos que acelerar las etapas de la obra yo mismo les compro un par de cartones de vino tinto. Aunque no me agrada mucho gastar mi dinero en ellos, uno de los capos del organismo estatal me lo recomendó. En palabras textuales me dijo: -Si vos querés que estos tipos trabajen más rápido, tenes que incentivarlos de algún modo. Y vaya si lo logré. Es bueno contar con ese respaldo. Porque acá lo que importa siempre es finalizar la obra y facturar. Mientras más rápido terminemos más anchos serán nuestros bolsillos.
Y si, alguna ventaja teníamos que tener en todo esto. Después de todo nosotros somos quienes manejamos el país. Por eso hijo mío, esta experiencia que te trasmito también quiero que la tomes como parte de mi legado. Algún día vos serás el dueño de todo este reino. La constructora estará en tus manos. Ya sabes cómo funciona el negocio.